caminamos bajo el sol, franqueando
un nuevo horizonte.
La casa se queda pequeña, ante la amplitud
del mundo, que se revela entre un entramado
de senderos y caminos.
Ante nuestros ojos, no hay más frontera
que esa línea que se pierde en la lejanía,
para que cielo y tierra se besen en la distancia.
El mar, como una inmensa lágrima
de emociones insospechadas y la tierra,
femeninamente bella, mostrando
los senos altivos de sus cumbres
o sus oquedades de íntimo misterio,
no revelado, no declarado ante el rugido
de las tormentas o ese viento ligero
y fugaz, que arrastra voces de inequívoco
acento.
Ruge la vida en esa exaltación que late
y suspira, mostrando las hojas recientes
vistiendo el yermo dolido,
para que una bendición de mineral lluvia
de prístina pureza, disloque el aciago destino
de su árida garganta y suene su voz,
antigua y perenne en nuestros oídos.
Ebrios de gozo y de vida,
caminando bajo el sol, con las manos
levantadas hacia el cielo, con la esperanza
de un mañana que se abra cada amanecer
obsequiándonos un nuevo día.
Escrito en Noviembre 2023 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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