que quedan en los rastros de luz de una luna,
tímidamente escondida entre nubes
de algodón de azúcar.
Los campos yacen dormidos, entre el arrullo
de grillos y cigarras.
El aire huele a jazmín y a sueño concebido
entre las valvas de un tiempo, que se mece
recostado sobre la piedra angular
de la calma, en la sed de las esferas
de agua circundante, de los arpegios
de esos torrentes que fluyen,
como lágrimas inacabadas, deslizándose
sobre los labios que besan, la imposibilidad
de despertar con la última imagen
que hemos logrado retener
de nuestros sueños.
Escrito en Marzo 2021 por Eduardo Luis Díaz Expósito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario