huyendo de los vértices de las olas.
Un vendaval ha cerrado mis oídos
y no puedo oír mis propios gritos.
Desde las bodegas alguien me insulta,
en vez de lanzarme un cabo, al cual asirme
para mi salvación.
El hocico de un cerdo se fue alargando
hasta llegar al mascarón de proa y emitiendo
desagradables gruñidos,
vi que se iba devorando a sí mismo.
Sobre la luz del ventanuco de mi camarote,
yacía una oscura polilla y sus ojos eran
como los trozos de vidrio que se rompen,
después de una borrachera.
No recuerdo si fue el mar o el viento,
el causante de mi desdicha, pero me sentí
aliviado, como si me arrancara violentamente
una espada de mi pecho, para arrojarla
al mar, un segundo antes de mi naufragio
o de mi despertar.
Escrito en Diciembre 2023 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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