Lo hicimos y las sombras huyeron
por los rincones, mientras el humo acusaba
nuestra presencia con una levedad
de furtiva caricia, antecesora de una traición
declarada.
Rodaban las esferas sobre el empedrado
pavimento y las horas eran seccionadas
de un tajo por las saetas del reloj de la sala.
En las calles, la lluvia murmuraba algo
entre dientes de metal y un carruaje
rompía el silencio con el chirriar
de los ejes de sus ruedas desengrasadas.
Sonaron las campanas en la torre
de la vieja iglesia y la tarde enmudeció
ante la llegada de una noche oscura
y sin estrellas.
Nunca supe porqué la oscuridad es densa
e impenetrable, ni porqué la tristeza
se tiñe de azul, cuando la nostalgia
deja un rastro cárdeno sobre las cicatrices
del alma.
Escrito en Diciembre 2023 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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