la impronta levedad, que la negación profunda,
deja en las heridas recientes.
He sentido el frío hálito de la desesperanza
y la neblina ocasional,
que en los ojos se produce,
cuando ante el calor sofocante de un enojo,
la lágrima se evapora
y queda una costra dolorida,
que apenas llega a cerrar,
la angustia vital del alma.
Adiviné la muerte del brillo, que en mis ojos,
declaraban una ilusión, que en la fe
y en la confianza, nacían.
Ahogué mi llanto, entre los cristales
de mi soledad
y despiecé todas las ausencias,
para sobrevivir, a duras penas,
paseando en el cementerio,
donde había sepultado mi ánimo.
Escrito en Diciembre 2016 por Eduardo Luis Diaz Expósito."zuhaitz".
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