en un muestreo de sinceridad.
Que las miradas no se escondan
en el quicio que deja el silencio.
Que los párpados no se cierren jamás,
a la luz de la verdad.
Que el resplandor sea tal, que nada escape
a la virtud de su claridad.
Se trata de evolución, de una angélica forma,
que se instala en el alma
y cuyo crecimiento es proporcional
a la alegría que te hace sentir.
Transmutando el agua emocional,
en vapor del espíritu y expandiendo
la conciencia en el éter.
Ni la tierra, ni el fuego, ni el agua,
pueden acoger la sutileza de su realidad,
conciencia y consciencia,
en toda su manifestación.
Escrito en Diciembre 2016 por Eduardo Luis Diaz Expósito."Zuhaitz".
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