sábado, 6 de abril de 2019

Sobre un vacío repleto de nostalgias 

Te presentía carne disuelta entre enredos,
porque entre las mareas de las dudas,
hay voluntades que naufragan
y a la espera de la primavera de Abril,
llegó Septiembre con su otoño.

Nunca sabremos cuando la vida detiene
la inercia de su paso.
 Somos agua dibujando flores, bajo el ala
desplumada y triste de un viento de otoño,
apaciguando tumultos y vertientes,
aguas descendiendo desde las colinas
hacia los valles.

Las gotas de lluvia caen
como signos de admiración sobre el asfalto,
sobre la tierra agrietada y sobre las almas
que esperan un milagro por suceder.
En esta tierra, la carne es el olvido de la piedra
y el registro de los años que van pasando
y se quedan paralizados en las memorias
perdidas .

Las lombrices buscan la humedad,
antes de que su piel se reseque bajo el sol...
inevitablemente.
Hay un acopio de nostalgias tras los cristales
y un fuego encendido al fondo,
bajo la chimenea.

Los ángeles perdieron sus alas y ya nadie
cree en los milagros.
Ante la imposibilidad de guarecerse
bajo la lluvia, un haz de fuego desaparece,
mientras cesa de llover y nuevamente
sale el sol, resuelto, orondo y total.

Hay cavernas en los montes
y en las vidas desocupadas que vagan
sin respuesta por los caminos, mientras
un apetito de luz se muestra tímidamente
tras las nubes y posteriormente,
la noche engendra todo un broche
de estrellas.

Ahora el tiempo se detiene durante el insomnio
y es difícil conciliar el sueño, cuando la mente
divaga sumida en los recuerdos.
Me asomo al balcón de tus ojos
para contemplar acaso, el último resumen
de un beso perdido y encuentro
un vacío inexplicable, que apenas sostengo
sobre mis hombros.

Mis dedos son ramas de un árbol desnudo,
que intentan arañar el cielo para recobrarte
en mi memoria, en mi vida y en ese cielo
que imagino ante mi.

Escrito en Abril 2019 por Eduardo Luis Díaz Expósito."zuhaitz".




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