martes, 16 de abril de 2019

Un pequeño pueblo detenido en el tiempo 

Busco los senderos ignorados por la lluvia,
sin la opacidad de la sombra,
pero con la clemencia del  sol.

Guiado por la intuición,
paseo por caminos empedrados en siglos,
con mis zapatos cómodos y una mochila
con ilusiones, dos libros y una agenda.

El sol, acostado sobre mi espalda
y un horizonte por seguir, interrumpido
por viejas casas que tosen sus edades
a través de las chimeneas.

Huele pan reciente y viandas de cerdo,
colgadas en torno al hogar.
Un caldero de cobre y aperos de labranza,
coronados por algunas mazorcas secas
de maíz, destacan en un pequeño almacén.

Se detiene el tiempo y durante
una amena conversación, nos trasladamos
a una edad remota, donde la bombilla
no existía ni en la imaginación.

Las campanas de la iglesia marcan las horas
de las misas y los pájaros
sobrevuelan el campanario, bajo un cielo
tan azul, como efímero...
al calor de la tarde.

Escrito en Abril 2019 por Eduardo Luis Díaz Expósito."zuhaitz".

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