hemos silenciado. Ante el hedor de la sangre
y la carne maltratada.
Ante el llanto que se cala en nuestras entrañas
y las gentes que deambulan sin rostro...
entre nosotros.
Sentimos miedo de no estar soñando,
porque es en la intensidad del dolor mortal,
cuando advertimos al ave que picotea
y devora nuestro hígado.
Vomito la sangre que me hicisteis
y condeno con rabia,
vuestras cabezas huecas, que espero ver
en la punta de las picas,
que se elevan al cielo, como una voz
necesariamente firme, necesariamente justa,
aunque duela la justicia, si antes
no contemplasteis el filo de vuestras palabras
o el peso de vuestras obras.
Escrito en Mayo 2019 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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