La lluvia melancólica golpea con sus gotas
los ventanales, creando arpegios
de triste música.
Una mirada se pierde en la lejanía
con los ojos entornados y en sus retinas
las aves de la ensoñación alzan el vuelo
hasta remotas tierras.
La niebla acaricia las verdes praderas
y hay un frío que cala en el alma
y un suspiro vaporoso que asciende
desde los labios a la atmósfera estática.
Las añoranzas afloran desde el corazón
y dan forma esférica a las lágrimas
que ya no pueden contenerse
en la emoción.
Es el impulso de un recuerdo,
la imagen que brota como semilla guardada
y despierta al sonido melodioso
de una canción.
Esa canción que nos unía
en las tardes otoñales, en las que las hojas
secas, bermejas, ocres y amarillas,
servían de tapete, donde posábamos
nuestros sueños y nuestras promesas.
Escrito en Abril 2020 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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