viernes, 3 de abril de 2020

La invisible letalidad se propaga sin pies, ni alas.

Sin alas, invisible y letal, recorre un tramo
en el éter y se adueña del pulso de la vida.
Sombra, que crece anegando
el fluido enmascarado en el esputo
de distintas densidades, sellando
la voluntad de un cuerpo, que lucha
por retener la vida, hasta que el último instante
se detiene y el tiempo lo sepulta
en la ingravidez de sus arenas.

Un peso indescriptible en la agonía
del cautiverio del aire, que no escapa,
ni se renueva en libertad por su ruta.
Ya no quedan caminos por recorrer,
cuando se cierran todas las vías que conducen
a la esperanza.

La inercia de la pasividad mortal
se transforma en indiferencia y los muertos
nos parecen plumas livianas, que descienden
lentamente hasta el lecho más profundo
de la tierra vencida o el fuego
que limita su espacio, reduciendo sus cuerpos
al polvo macilento, que vaga sin rumbo
hacia el olvido.

Escrito en Abril 2020 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.




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