círculos concéntricos, reproductores seminales
de un caos convertido en sonido.
Un niño busca su mirada perdida,
en un horizonte coronado de arrecifes
de hígado fresco, desde los cuales
descansan las casas sin cimientos aparentes,
para no permanecer en suspenso
desde un cielo ignorado.
Las piedras callan su origen lácteo,
una vez resueltas en sólido queso
transformadas.
Sobre sombras inusuales, yacen osamentas
y astas de marfil, ante
la obviedad
de un frío sin pronunciarse.
Alguien, captando esa negrura
que comenzaba a adueñarse del espacio,
puso en marcha dos gramolas
y asesinando el silencio, hizo brotar
la música desde sus venas comprimidas
de ausencias.
La creación de la música originó
un telúrico orgasmo,
prolongado en los sentidos.
Escrito en Mayo 2020 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz “.
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