que corta el frío nocturno, mientras el cielo
llora lágrimas de un resplandor emocionado.
Brilla un halo irisado y tenue sobre su sotana
de negra pupila y deja agitando
su ala de cuervo, sorprendiendo el guiño
de mil ojos celestes, que observan como
las cabezas amantes se ocultan en el silencio.
Tan sólo son audibles, algunos besos
que buscan el contacto de la boca amada,
para alimentar el fuego secreto
de la pasión que les consume.
La noche se muestra sin vértices,
apuntalada por los puntiagudos senos
de las montañas.
Se desmaya sobre los párpados que sueñan,
mientras algunos insectos entonan
un lúdico canto de ninfas y hadas de luz,
ocultas tras un ramaje de sombras.
Escrito en Mayo 2020 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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