viernes, 1 de mayo de 2020

Morir de amor, para resucitar amando.

No se puede morder con palabras
el hielo de una mirada ausente, que huye
del calor de un abrazo o un beso.

Nadie puede asesinar el silencio
con un disparo mudo, ni arrojarse
desesperadamente a una muerte,
sin una resurrección premeditada.

Se desconoce el paradero
de las emociones perdidas, cuando
se cristalizan en ausencias
y vacíos perennes.

Cuando el amor recrea la luz en el brillo
de unos ojos, algo estalla en los adentros
y se produce un alud incontenible
de sucesos, que rozan una felicidad
desmedida e incontrolable.

Se prenden las blandas palabras de ternura,
convertidas en sedosos besos
con la fresca humedad del rocío
y se percibe un almibarado sabor,
que asciende hasta la mente,
creando una ilusión de agua y cristal,
que inicia un jocoso cascabeleo en el alma.

Escrito en Mayo 2020 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.




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