Es el rostro de un narrador de historias,
que está presente en todos los libros.
No siempre muestra la misma semblanza,
pero su voz es inequívoca.
Profunda, como a la caverna, donde nacen
los temores, y sin embargo su claridad,
emula un amanecer, que surge
como sol radiante entre las nubes.
Cada frase es un remache que se asegura,
para afianzar con severidad de hierro,
aquello que se acaba de nombrar.
La palabra cobra fuerza y vida, y de su ánima,
emerge la llama, que va quemando
todo afán de incoherencia.
La fuerza crece y se eleva con la voz
que se pronuncia y define el brillo
del filo de una espada, que corta
cada minuto que se sucede, para avanzar
a cada paso y así, desde las cenizas
del anterior, construir la solidez necesaria,
para completar la estructura de dicha historia,
no sin el temor de desconocer
el resultado final.
La vida narrada es un gorgoteo de burbujas,
dentro de un caldero, en el que se va
cocinando cada desenlace imprevisto
y a medida que se va elevando
desde la superficie de su creación,
evoluciona para completar cada proceso
de evolución, hasta que la historia
se completa.
Escrito en Diciembre 2020 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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