miércoles, 9 de diciembre de 2020

Quien juega, acepta las reglas del Juego.

La duda se desnuda, ante la lumbre
de una cierta incertidumbre.
Ante una indecisión, la solución es la suerte
que llega hasta el punto, en que la muerte 
decide cómo ha de llevarte y poseerte.


La sangre caliente fluye hacia los torrentes 
de una libido, conceptual al uso 
e inconsciente. 
Los vómitos se engendran en el asco,
que produce la contemplación 
de la ebriedad, para disfrutar la próxima 
explosión de vísceras, que sin duda,
se enredarán en el cuello de los suicidas.


Un arma, un disparo y todo acaba...,
para proseguir en el temor, sobre la línea 
trazada, caminando sobre el fuego,
porque no tenemos más remedio 
que aceptar, cómo una ilógica solución,
cuando ya no quedan párpados, para ocultar 
el temor, bajo la sombra impredecible 
de las cejas, que sostienen unos ojos sorprendidos .


No es un juego, es la suerte que nos queda,
cuando se convierte en una carencia 
de valores, que se aboca a la destrucción 
de cada uno de los jugadores, que creen 
que la suerte es ajena a su propia voluntad.

Escrito en Diciembre 2020 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.








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