de una cierta incertidumbre.
Ante una indecisión, la solución es la suerte
que llega hasta el punto, en que la muerte
decide cómo ha de llevarte y poseerte.
La sangre caliente fluye hacia los torrentes
de una libido, conceptual al uso
e inconsciente.
Los vómitos se engendran en el asco,
que produce la contemplación
de la ebriedad, para disfrutar la próxima
explosión de vísceras, que sin duda,
se enredarán en el cuello de los suicidas.
Un arma, un disparo y todo acaba...,
para proseguir en el temor, sobre la línea
trazada, caminando sobre el fuego,
porque no tenemos más remedio
que aceptar, cómo una ilógica solución,
cuando ya no quedan párpados, para ocultar
el temor, bajo la sombra impredecible
de las cejas, que sostienen unos ojos sorprendidos .
No es un juego, es la suerte que nos queda,
cuando se convierte en una carencia
de valores, que se aboca a la destrucción
de cada uno de los jugadores, que creen
que la suerte es ajena a su propia voluntad.
Escrito en Diciembre 2020 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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