la sensualidad de cadera perfecta,
de un melocotón,
fresas sobre tus pezones y leche pura
y blanca, recorriendo tu cuerpo,
desde los pechos hasta tu pubis.
El encrespado cabello,
que oculta el milagro de tu sexo,
floreciendo en el placer.
Tus gemidos en la noche y la masturbación,
cuando te sorprende el amanecer
y la soledad.
Añoranzas de fuego y suspiros,
que desean unir dos bocas,
en el jadeo, para no jadear,
sin ser oídos, ni compartir
ese momento tan intimo,
en que el cuerpo asciende y vuela.
Es volcán, río, nieve y un viento,
que se va acercando
y borra todas las insatisfacciones.
Escrito en Noviembre 2016 por Eduardo Luis Díaz Expósito ."Zuhaitz".
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