una voz, un susurro, una leve caricia,
que pasa desapercibida.
Esa mirada en tu nuca, que repasa tu figura,
relámpago fulgurante
o ternura de levadura, que hace crecer
tu espíritu y tu autoestima.
Pan de cada día y beso de labio roto,
en la constancia, decidida a morir
en el brocal de tu boca.
Soy la cadena que no oprime
y la lágrima que rueda desde tus ojos,
en tus despedidas.
Quien mece tus sueños, quien calla tus errores
y ensalza tus virtudes, para morir nuevamente
en la incomprensión y volver a cometer, por amor,
una y otra vez, los mismos errores.
Escrito en Noviembre 2016 por Eduardo Luis Díaz Expósito."Zuhaitz"
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