un rayo. Una lengua flamígera lame el aire
y roba el oxígeno de su aliento.
Un ardiente beso para acabar con el último
suspiro de vida y convertir en cenizas
un cuerpo que se agita, ya sin voluntad,
sólo en pugna por sobrevivir a esa pasión
que le va consumiendo.
Ajeno a otra experiencia, pero enredado
en su propia combustión, un cuerpo se va
transformando de verde hiedra o musgo,
en astro o saeta, que se pronuncia
con la misma fuerza, que consigue extinguir
su voraz existencia.
Desde su nacimiento está destinado a ser
el artífice de su propia destrucción,
porque sabido es, que toda ansia, devora
las voluntades y van pereciendo en una
creciente constancia, en la hoguera
de todas las incertidumbres.
Escrito en Enero 2024 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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