sabían a papel mojado y a sal.
Sus cartas amarillentas se deshicieron
entre lágrimas, mientras las apretaba
queriendo recobrar en su memoria,
un amor perdido.
Lejos de allí, bullía la ciudad, masticando
el asfalto bajo el sol y sus chimeneas
vomitabancon una tos agria, el humo
pernicioso de las fábricas industriales.
Nada se detuvo en las calles
y sobre los tejados, algunos pájaros
hacían sus nidos, con más celo
que esperanza.
Hubo un instante de piedad y la lluvia
descendió en un mimetismo solidario.
Una muchacha triste, ajada y sin embargo,
con toda la vida por delante.
Sólo debía apartar de su alma la oscuridad
de su angustia y el sabor acre de unos besos,
que no fueron verdaderamente sentidos.
Escrito en Enero 2024 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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