en las esferas de los relojes dormidos,
Se rompe una manta en jirones, para ocultar
la desnudez ante la escarcha
de las frías miradas.
El frío marmóreo de la indiferencia,
tiene aristas que cortan la flemática impasibilidad subyacente en las órbitas
de los ojos extenuados y un caramelo
abandonado en la acera es pasto
de las hormigas.
Tus caderas tienen alas, que se agitan
con el vuelo de tu falda y hay una migración
de aves, cuando ríes de forma alocada.
Hoy se desayuna tarde, por la pereza
de movernos desde las cálidas sábanas,
hasta un suelo triste que lee cada una
de nuestras pisadas.
He sentido un arrebato de melancolía
y la voz huía en hilillos finos a hurtadillas,
sin romper la magia del silencio.
El alma es una ventana sin postigos,
en la cual entran y salen las emociones,
dejando una huella de hondo pesar.
Todo lo que no perdura, deja tras de mi ánimo
una estela muda y un rictus sobre el rostro,
que termina con la mordedura del labio y
un ceño fruncido, que obliga a cerrar los ojos
y abrirlos de nuevo, para trazar una línea,
sobre un horizonte, donde perder
nuestra mirada.
Escrito en Enero 2024 por Eduardo Luis Díaz Expósito.
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