y se adhiere fuertemente, cuando la nostalgia
aparece desde los rincones oscuros,
brillando con fibras de asbesto, que impiden
respirar adecuadamente.
La maldición se hace visible en la sensibilidad
de unos ojos que naufragan entre lágrimas,
dejando la sal entre los párpados.
El aire se contrae y la respiración se detiene,
retenida entre los huesos, que sirven de prisión
a unos pulmones que exhalaron
un último aliento por un amor perdido.
Permíteme morirme contigo, pero no a tu lado.
La nostalgia es más grande en el valle
de la soledad y los cadáveres no sienten,
cómo el vapor de mercurio emerge,
cuando el cuerpo es consumido por la inercia
de un tiempo estático, sin el amargo sabor
de una tristeza, cuyo fondo gris queda
impregnado en las paredes del alma.
Hoy estoy profundamente triste, pero a nadie
le importa, sólo a mí, y este es un dato
que no tiene la menor relevancia.
Escrito en Enero 2024 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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