viento amargo vuela lejos,
lleva los temores viejos,
hacia un valle ceniciento,
que se olvidó en el pasado
y permite que la brisa
nos devuelva la sonrisa,
que otro mal viento ha llevado.
Como el surco de un arado,
la vida marca un sendero
y hay que preparar primero
aquello que hayas soñado.
Guardarlo en el corazón,
muy dentro y desde el pecho,
defender nuestro derecho
de sentir una emoción.
Viento alegre, tibio esbozo
de una palabra al oído,
yo siento que se ha perdido
nuestra ilusión en un pozo.
Gozo es el suave sonido
de un beso, porque estallando,
el vacío va inundando,
en un cielo prometido.
Todo ha de ser un motivo
del viento, en su ligereza,
para agitar la belleza,
como se agita un olivo
de verde y clara aceituna,
porque el viento, por fortuna,
extiende, dando por hecha
el fruto de su cosecha,
bien hallado y bendecido
sobre un campo agradecido.
Vientos de cambio y del sueño
que apuntala la creencia,
de trasformar nuestra edad,
a un tiempo, en la afinidad
que retome la inocencia
como primordial empeño.
Vientos de cambio, sin duda,
para crear de la nada,
toda estructura soñada
en esta tierra desnuda.
Un simple grano de arena,
mantiene por la ilusión
la más firme construcción,
porque así se ha concebido,
desde un único latido
en nuestra memoria plena.
Vientos de cambio, se auguran,
soplando en nuestros hogares,
es tiempo de despertares,
cada sueño que es cumplido,
se acompasa en un latido
y nuestras voces perduran.
Escrito en Enero 2024 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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