apenas de las profundidades, asomando
en la superficie.
La verde y plácida hierba, oculta el sonido
genuino de las aves silvestres, y el gemido
del viento, merodea entre tu ramaje oscuro
y profundo.
¡Oh, selva! Líquen de pubis, secretamente
custodiado por los tallos, masculinamente
erguidos, de los robles más ancianos.
Enaguas de blanca niebla, visten la desnudez
del árbol herido por un rayo, en la vastedad
del bosque.
Selvática es la densidad del corazón más
antiguo del planeta, que emerge entre
barbados helechos, para mostrarse
ante una luz diamantina, que juega con
la rumorosa voz del río.
Joven río o arroyo incipiente, jocosamente
divertido con discretas carcajadas que
el agua convierte en sus gargantas,
en una precipitación entre sus dientes,
sorteando rocas y riscos, en su descenso
hacia un lejano mar, para morir un poco,
hasta que las nuevas lluvias, vuelvan a llenar
sus cauces en el torrente.
¡Oh, selva! Agua y verdor, líquen o musgo
sobre la inerte roca.
Roca de cuerpo desgastado
por la humedad perenne,
bajo la sombra, en la que retoña
una luz cálida en el secreto boscaje.
Verde selva, de hojas desprendidas
bajo el hechizo de una brisa que naufraga
en la quietud de la tarde.
Escrito en Julio 2025 por Eduardo Luis Díaz Expósito.“zuhaitz”.
© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.

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