envuelve la luz, con el suave beso
del silencio.
Han cesado las oraciones y el viento,
arrastra hojas, como suspiros vencidos
o miradas de triste hielo.
Siento el vacío hacerse en mi interior
y aún estando cruelmente vivo,
siento a la muerte, sentada en su sillón
de fría piedra.
Las almas oscilan, perdidas como voces de angustia,
que los cuervos devoran y el desánimo es el anuncio,
del próximo viaje a la levedad de una vida
en suspensión.
No hay color, ni calor, ni música, ni palabras,
tan sólo la losa gris de tu tumba y una oquedad
oscura y fría, que se instala en el alma.
Lloré tu muerte en vida, hasta quedar sin làgrimas
y una vez más, el barro se secó, formando polvo
en los caminos sin recorrer.
Los sauces están secos y en su ramaje se enredan,
líquenes o ausencias, pantanosas tristezas,
que quedan, como residuos de una vida soñada...
¡Qué no pudo ser!
Escrito en Agosto 2016 por Eduardo Luis Díaz Expósito."Zuhaitz".
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