y en el alma, un hilo suspendido
de un suspiro.
Un peso leve y constante sobre el párpado,
la sensación de un tibio calor,
subiendo desde el cuello hasta las sienes
y una ensoñación, flotando como espuma de jabón,
entre los dedos de un niño.
Cosimos sonrisas en las bocas
que negaron los besos y curiosamente,
hicieron nido en ellas,
los pájaros de la alegría.
No hay lugar donde esconder,
las lágrimas incontenidas, ni la tristeza
que la lluvia deja en el ánima de las calles,
vacías, desiertas, cuando el sueño
se apodera de los cuerpos, tras la jornada.
Escrito en Enero 2017 por Eduardo Luis Diaz Expósito."zuhaitz".
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