y la inquietante mudez del silencio,
con los atroces sonidos de las ausencias.
La venganza servida en una copa
y el vacío en los adentros.
Celebramos nuestro cadáver, lívido
como los labios del temor a no ser,
cuando acaso ignoramos, qué hemos sido.
El viento es cómplice de la tristeza
de la lluvia, derrotada y abatida
sobre el vientre reseco de la tierra.
Se apagan las luces que vimos
en lejanía y sólo alguna estrella,
dibuja un perfil de luz sobre la incertidumbre del camino.
Navegantes sin rumbo, en una tierra
de nadie
y el corazón alquilado en la ficción
de un amor sin futuro, cuyo faro sin luz,
ya no nos sirve ni de consuelo, ni de guía.
Escrito en Enero 2017 por Eduardo Luis Diaz Expósito."zuhaitz",
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