se deberá a la envergadura
de las consecuencias de sus posteriores
manifestaciones.
Aunque no deseé pensar en ello, mi mente
gira bajo la influencia de la gravedad,
que me une a este planeta.
Observo a los muertos gritar en vano,
porque nadie escucha sus voces
y estamos demasiado ocupados
en desentrañar, lo que por naturaleza debiéramos conocer y saber.
Las velas se consumen dejando lágrimas calientes, para alumbrar la oscuridad
en la que nos hallamos sumidos
y la claridad es tan sólo, un reflejo
de nuestras propias ilusiones,
que acaban consumiéndose en el pábilo
de nuestras angustiadas vidas.
Caminamos vestidos con las mortajas,
que llevamos arrastrando con nuestras
negaciones y renuncias, a una verdad,
que anuncia el fin de nuestros días
y bajo el lamento de nuestras plegarias,
desaparecen en silencio... cuando ya
todo es irremediable y por su peso,
desciende a las profundidades abisales,
que en su día creamos, para escapar
de este mundo, y cuya atracción,
nos produce el vértigo causal y el temor
a los infiernos.
Si acaso, nada fuera real,
sea dicha experiencia, la forma
de abrirnos los ojos, ante un horror
tan imprevisto, como sentenciado
por nuestras obras.
Escrito en Enero 2021 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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