martes, 5 de enero de 2021

Un esperado final, para un nuevo comienzo.

Escuché aquel día, un goteo incesante 
y monótono, mientras las estrellas 
iban cayendo una a una,
 desde el cielo nocturno, hasta llegar 
a hundirse en el lago, entre virutas 
de luz multicolor.


Todo se detuvo en mi entorno... 
todo menos la música, alzándose gloriosa,
in crescendo y marcando un ritmo 
que comenzó a vibrar 
en todos los corazones expectantes 
de tal acontecimiento.


¿Temor? No, habíamos franqueado 
esa barrera en la naturaleza humana 
y entonces supimos de nuestra auténtica 
identidad.
Supimos del fin de una era 
y de nuestra especie, pero no
de nuestra esencia, como seres de luz.


Ante el estruendo de cuanto se desmoronaba,
la música crecía, elevada en raptos
de armonía.
Hubo un parpadeo y nos sumimos 
en un profundo sueño.
Cuando despertamos, había desaparecido 
todo el mal que originaba el dolor 
en los llamados “ pecados capitales “
y un halo de luz, inundó la Tierra Nueva
y a los corazones tristes, les alcanzó
una gloria, que ninguna música postrera 
podrá plasmar, cómo se escuchó 
en aquél día de corazones rotos
y almas restauradas.

Escrito en Enero 2021 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.





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