con las hojas afiladas de sus tristezas
más recientes.
Sus ojos se enturbian y la noche cae
con pesadumbre, sobre los ánimos
alterados por el temor a las sombras,
que no resuelven su identidad
en la claridad y se esconden
en penumbras inertes, bajo un claro de luna,
que levemente alumbra sus caminos.
Las madres viudas lloran el fallecimiento
reciente de sus hijos y la soledad
es un mercurio que se escapa del termómetro
de la inconsciencia, para revelar una realidad
que hiere en punzadas, controladas
por el reloj, que intenta huir de nuestros
sentimientos más nobles.
Gotean los viejos grifos
y las esperanzas marchitas,
en el último reducto de su existencia,
un minuto antes de su extinción.
Cabellos de lluvia lloran sobre el asfalto,
la ceguera de los que transitan las calles,
con los bolsillos vacíos y la angustia
en la cartera, junto al carnet de identidad.
Y es que todo pasa en el momento
de escupir espinas sobre el vacío
de nuestro inconformismo, para beber
la leche letal, de la que el conocimiento
se amamanta en la desesperanza de saber,
que sólo fue un sueño de la razón,
buscando un orden y un sentido
a esta vida absurda.
Escrito en Enero 2021 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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