hacia el infinito. Un anhelo que brota
desde un cuerpo angustiado, que trata
de retorcer la realidad para moldear con ella
su destino.
Una mano, un sonoro arpegio, explotando
al golpear la palma de otra mano.
Un toque de atención hacia la mente,
que distrae sus ojos en otra dirección.
Yemas de vida en la prolongación del alma,
al expresar en el arte su contenido,
celosamente guardado.
Manos vacías, que ansían llenarse de vida
en otras vidas, de plenitud ante el vacío
sordo de las voces apagadas
o el material extinto entre las cenizas
de la compasión.
Manos que baten el aire o el agua,
que danzan ante el fuego de los abanicos
desplegados.
Manos aladas, que a los pies reducís
al polvo cotidiano, mientras tratáis de alcanzar
esa estrella que apareciendo
en nuestros sueños, se desvanece
perdida entre las sombras, cuando su forma
agoniza lentamente en cada despertar,
en cada amanecer.
Escrito en Enero 2021 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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