con los abalorios que están prendidos
en el traje de novia de una joven
que fue despechada.
Sus lágrimas fluyeron como cuchillos,
que desgarraron su alma.
Al tiempo, se transformaron en harapos
los jirones de su vestido.
Las cadenas del destino sólo se rompen
al maldecir en tiempo presente, las sombras
que arrastramos desde el pasado.
En el desierto del ánimo podemos encontrar
fluyendo, las aguas subterráneas de los oasis
de la razón.
Sólo perdemos aquello que poseemos
y tratamos de conservar entre las capas
de un tiempo que nos delata y traiciona.
No basta con querer o desear, debemos matar
la ansiedad, para liberar una carga de energía
que mueva los engranajes del mundo.
Ningún sufrimiento es vano y ninguna palabra
permanece escrita en los pergaminos del aire.
Son las obras, las grandes construcciones
sobre los hombros de las voluntades,
las que deciden el curso de la vida,
siendo capaces de burlar un estéril destino,
fijo e inmutable.
Nada podemos hacer, si no queremos
y concedemos al azar, el beneficio de la duda.
Cuando nos movemos en las turbias aguas
de una indecisión. La determinación,
corta al sesgo la raíz de nuestros temores
y nuestra mente se lucra, formando
un halo de luz en la confianza
sobre mismos.
Escrito en Enero 2021 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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