que esconden las almas perniciosas,
que se perdieron hace tiempo
en los vacíos inertes de un enorme conglomerado de éxtasis, que no sirvió
para averiguar, dónde se hallaba
el armario, que suspendido, oteaba
todos los márgenes conocidos
de las fronteras de la muerte.
La inmortalidad ha sido siempre,
el tedio de una vida, si no se encuentra
un motivo, suficientemente fuerte
para seguir.
La inercia se propaga como
una ley inequívoca, que amalgama la cinética
en cada impulso nacido de una fe en desuso,
pero con una composición tan sólida,
que es capaz de convencer, en la oscuridad,
de que la luz es una entropía,
nacida entre las sombras.
Escrito en Enero 2021 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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