y se sienten las aguas de las emociones,
turbias, revueltas, haciendo remolinos
en la mente.
Nadie sabe de los naufragios, porque
es un río subterráneo y todo queda oculto,
menos el brillo apagado en los ojos
y la vista perdida en la lejanía.
Se necesita un brote más de luz, la humedad de un beso
y alguna espiga de amor, para amasar con ternura
un rayo de esperanza.
Cuesta levantar el vuelo con el corazón destrozado
y las alas rotas, pero se ha de seguir el camino,
para volver a avivar la llama, que un día alguien
prendió en tu corazón.
Aún con la sonrisa en los labios y el buen humor fingido
en las palabras, los ojos no pueden mentir la tristeza,
cuando en el alma se rompieron todos los espejos
de la ilusión que compartimos.
El dolor es un espino que se enreda
y es difícil quitar las hirientes púas,
en el mismo lugar, donde nacieron rosas.
Escrito en Octubre 2015 por Eduardo Luis Díaz Expósito. “zuhaitz”
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