viernes, 9 de octubre de 2015

La prostituta y el ciego

A nadie le importa quién es,
de dónde viene y cuánto gana al mes.
Cuelga sus bragas en el tendedero
y sus aromas recorren la cuidad.

Se acostó con un ciego y él conoce
más de su cuerpo, que los que pueden ver.
Ellos cegados por la lujuria no vieron
la pureza que brotaba desde su entraña hasta su piel.
Triste melodía de amor desmembrado.Ella era
pureza contrariada por un mal amor,
perdida en un mundo de buitres.

Él era un náufrago en la laguna del amor,
pero la amó sin poseerla y eso la sorprendió,
porque  anduvo entre despojos y carroña
y no conoció la inocencia de unos ojos puros.

Se quedaron solos, mirándose a los ojos
y una lágrima surco la mejilla de ambos.
No hubo el sexo de contrato establecido,
sino una ternura inusual, que la sorprendió.

Amantes por un momento, un sueño hecho real,
en un instante en que sus conciencias,
alejadas de lo mundano, vivieron un imposible.
Se miraron con una mezcla de tristeza, anhelo 
y un retorno a la crudeza de sus realidades.

No hubo despedidas, sus miradas se cruzaron 
en silencio y tan sólo sus almas se besaron,
nunca se volvieron a ver, pero en sus mentes
sigue vagando un suspiro engarzado
en el broche de sus recuerdos.

Escrito en Octubre 2015 por Eduardo Luis Díaz Expósito.“Zuhaitz”.
Publicado en el poemario:
" Calles desiertas de la esperanza". ISBN: 978-84-15176-65-7

Depósito Legal: BI-701-2016


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