contenida en las palabras
y una clara entonación sinfónica,
en aquello que deseamos expresar.
Desde la desgarradas notas de una tragedia,
hasta el rítmico compás andante de una carcajada
sobre un comentario jocoso.
Todo es música y en el silencio están las notas
que omitimos, para dar más brillantez
a las que ahora suenan.
Música para el alma, a ritmo del corazón
y sus latidos. Música para interiorizar nuestros pensamientos
y ordenar el conjunto de imágenes y recuerdos,
que brotan desde lo más íntimo de nosotros.
Vibración de vida, atabal que golpea las conciencias
y ese regreso tribal al misticismo del sonido,
al encuentro con los dioses que moran
en las nubes y en esos sueños,
que todos tenemos y difícilmente alcanzamos.
Escrito en Octubre por Eduardo Luis Díaz Expósito.“ zuhaitz”
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