de las ciudades, discurren los ríos de la emoción.
Secretamente, sin que nadie lo note,
por vergüenza al amor o descubrirse
con esa sensibilidad de viento silbando
a través de los árboles .
Bajo una pétrea máscara o caparazón de nácar,
se halla la materia sensible del alma, que tratamos de ocultar.
El miedo crea sombras en la razón y nos sentimos
desvalidos, ignorando que la fuerza se halla
en esa luz interior y en esa capacidad de amar.
Pero el mundo es cruel, poblado de depredadores
y vampiros de emociones, que se alimentan
de nuestras flaquezas y nuestros temores.
Debemos esgrimir la espada de la palabra,
en la vertical constante del razonamiento,
bruñida con la luz de la inteligencia
y el soplo de un anhelo, que se alza
sobre nuestras cabezas, para vislumbrar un mañana,
tejido con las esperanzas de hoy.
Escrito en Octubre 2015 por Eduardo Luis Díaz Expósito.“Zuhaitz”
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