a la espera del rocío,
el corazón abierto,
solitario en su desierto
de profunda soledad,
ha de buscar la humedad
y ese renovar la vida
de la savia renacida,
que fluye como una danza,
en venas de la esperanza.
Escrito en el pergamino,
las huellas que en el camino,
se quedaron por andar.
Son la ofrenda que entregar,
como fruto a la virtud
de la vida en rectitud,
que cultiva los amores,
sin vasallos, ni señores,
porque en ese amor primero
vive tu ser más sincero
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