jueves, 27 de agosto de 2015

Emigrantes

¡Ah, las incesantes voces!.
Recamadas en el umbral de la tierra,
a donde el pasto no llega a su verdor
y las hojas muestran su tristeza
de cuero ajado.

Caminos sin luz, apenas
una distante bujía encendida
con el aceite perdido de la esperanza.

Los ejes del carro chirrían
y rara vez se detiene,
porque el paso seguido es una persecución,
para olvidar el sinsabor 
de aciagos encuentros.

Separados apenas por un terrón de tierra,
mares que cuajan la sal
en el escozor de la profunda herida
o vertebrada hendidura.

Hubo una razón y mil para el abandono,
dejando atrás las sombras
y buscando un refugio para evitar
el implacable Sol.

No quedan preguntas y la boca se cierra,
postigo bajo del alma, pena redonda,
que brilla y hiere con su mortecina luz.

No hubo agasajos en la despedida,
todo quedó resumido en el hueco oscuro
del silencio.

Caminando sin saber, qué depara el destino,
por el peso que dejamos en nuestra partida,
en una esquina, al cerrar por última vez,
la puerta de nuestro viejo hogar.

Escrito en Agosto 2015 por Eduardo Luis Díaz Expósito “zuhaitz"






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