sólo lo imprescindible,
ese momento de claridad,
en que se hace la luz
en mis adentros.
Una mirada en paz o la ternura
de unas manos, el recuerdo del sabor
del primer beso y la magia de un rayo de sol,
a través de los árboles.
El cielo todo, hecho jirones o llamas,
en un amanecer de fuego
y la brisa fresca, soplando sobre mi cara,
una mañana de verano.
El eco de la risa, rebota dentro de las mejillas
y sale en una cascada incontenidas
de notas y arpegios,
cabalgando entre los dientes,
como un caballo desbocado.
Retengo en mi memoria todo aquello,
que las lágrimas no arrastraron en su cauce,
cuando la tristeza me visitaba, al tener mi corazón
y mis ventanas totalmente abiertas,
de par en par.
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