de un pueblo inmerso en el miedo,
entre el yo quiero y no puedo,
triste, llano y sometido.
Ahogando su justo grito,
porque su vida,en concreto
se rige con el decreto
que le impone "el señorito".
Viviendo sin la cultura,
que lleve a su libertad,
le queda por heredad
tan sólo su sepultura.
En esa tierra labrada
y regada con sudor,
bajo un Sol castigador
y una esperanza atrasada.
Huesos de blanco perdido,
de miseria alimentados,
en el yunque o el arado,
en el dolor consumidos.
Atrás la vida por ciega,
mata toda la ilusión,
se muere tu corazón,
como el espino en la vega.
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