de no encontrar a sus hijos, el día siguiente.
La sorpresa puede ser un viento helado
sobre la nuca o una cáscara de nuez vacia.
El temor deforma el rostro de la realidad
y el ave de las horas, picotea los nervios
en las largas esperas.
Hay una sortija de cabellos, ocultos tras tu falda,
que descuidadamente, muestras al agacharte
y recoger fruta madura.
Yo no sé porqué, la forma de un melocotón,
me recuerda la sensualidad de tus caderas
y tus firmes glúteos, danzando armoniosos,
cuando con gracia y donaire, caminas.
Escrito en Septiembre 2016 por Eduardo Luis Díaz Expósito."Zuhaitz"
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