y océanos de lágrimas,
portando cascabeles y sonrisas
entre los dientes.
Nos cogemos con fuerza, a la última rama
del último árbol, que quedó en pie
y es ahora, cuando nos damos cuenta
de lo imprecisos que fuimos,
al fundamentar en nuestra ignorancia,
todo nuestro atrevimiento.
El vuelo horizontal de las libélulas,
nos recuerdan, las irisaciones que el sol aporta,
a la opacidad y el gris que quedó alojado
en nuestros ánimos.
Nos arrancamos las uñas, para no herir,
pero nuestros puños golpeaban con saña,
el cuerpo blando de la inocencia
y no sirven las disculpas, cuando los oídos fueron sellados,
ni los abrazos, cuando las costillas fueron quebradas,
con el odio sin digerir, que se iba escapando
entre los dientes.
Escrito en Septiembre 2016 por Eduardo Luis Díaz Expósito."Zuhaitz".
No hay comentarios:
Publicar un comentario