por eso su sabor es salado.
También el hierro que extraemos de las minas,
para construir barcos que nos lleven a la mar
u otras tierras.
Roja sangre de hierro,
hierro forjado como nuestro carácter,
a golpe de martillo o pulsos del destino.
Enjuto el rostro por la sal y la vista,
perdida en el horizonte.
Madre tierra y madre mar,
nos criamos sin padre, pero tomamos
lo mejor de los pechos de nuestras madres.
Vino, sangre de la tierra herida
y sal del mar en nuestras lágrimas.
El alma se agita en nuestros cuerpos,
acaso sean otros pañuelos que se suman
en las despedidas.
Somos vascos, orgullosos y duros,
pero nuestra tenacidad, no cierra nuestros brazos
y entre ellos están todas las bahías
de todos los puertos.
Escrito en Septiembre 2016 por Eduardo Luis Díaz Expósito."Zuhaitz"
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