nieves de un infortunio cercano,
solamente con sus manos
que eran curtidas y rudas.
Le vi con puño cerrado,
golpeando la pared,
gritando:¡ No puede ser !.
¡Yo no puedo estar parado!.
Ganarse siempre el respeto
con la diaria labor,
poniendo todo su amor
con ese espíritu inquieto.
Hablando con gran destreza,
con su ejemplo, predicando,
en su labor fue sembrando
con tesón y con cabeza.
Como el humo, que se expande,
sobre un cielo que soñamos,
así yo he visto a mi hermano.
¡Nunca le sentí tan grande!
Escrito en Mayo 2016 por Eduardo Luis Díaz Expósito."Zuhaitz"
No hay comentarios:
Publicar un comentario