en nuestra mente, la ilusión
de esos sueños y valores,
que siempre hemos defendido
y creído.
El viento de la vida sopla
en dirección contraria y arrastra
todo lo que dejamos al aire,
sin unos sólidos cimientos.
Ninguna fé tiene las mismas
dioptrías que otras y no vemos igual
el final del sendero.
Cuando sujetamos nuestros propósitos
con las dos manos, se nos escapan
parte de ellos, bien sea por exceso de presión
o el agotamiento, por el tiempo
que tratamos de mantenerlos en alto.
El dolor se nos instala, como un virus,
en los costados del alma
y todo por lo cual soñamos y luchamos,
se queda en el rescoldo de una ilusión,
que en nuestra juventud ardía.
No es de recibo, envejecer.
Envejecer es perder la ilusión,
es claudicar, abatido y cansado
de tantos intentos.
Quien lucha, está vivo, quien tiene ilusión,
posee la fuerza motriz para cambiar su vida
y al mundo.
Una mano sólo mueve un eje, para desplazar
un engranaje roto.
Una firme voluntad, consigue cambiar
cada segundo de un inevitable destino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario