está la respuesta a todo.
El silencio amigo, me conducirá
hasta mi propio yo, observaré, sin juzgar,
ni calificar, lo que ocurre en mi interior,
sin un ademán o un gesto, en el silencio
de mi propia compañía.
La respiración y los latidos, al compás
del descenso a las simas de mi razón
y a la ascensión hacia la presencia
de Dios en mi.
Sin avatares, ni maestros, sin la ayuda imprecisa
y siempre dudosa de algunos seres que vagan
entre la luz y la tiniebla.
Quien cree poseer el báculo de la luz,
no hará ostentación, ni de su poder, ni de su sabiduría,
sus hechos y su luz hablarán por sí mismos.
Cada cual es auriga y ha de conducir sin dudar,
la cuádriga de la vida, con prudencia, para no agotar
a los caballos que le conducirán a su destino.
Escrito en Enero 2016 por Eduardo Luis Díaz Expósito. "zuhaitz"
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