pero el hombre, en su ambición,
destruye la creación
por altivo e iracundo.
Su enfermedad y motivo
son la causa de este mal,
no sacia su sed con sal,
se vuelve más agresivo.
En esa demolición,
por un pedazo de tierra,
desencadena una guerra
perdiendo su corazón.
Se nos olvida vivir
con una regla preciosa,
pues vivir no es otra cosa
que aprender a compartir.
Escrito en Septiembre 2020 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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