lunes, 14 de septiembre de 2020

Constancia de vitales consecuencias.

Antes de nacer, permanecemos agazapados 
en el vientre de nuestra madre,
como esperando el momento para saltar
y romper la pausa de todo lo creado,
para demostrar que estamos vivos
y vamos a seguir estándolo, hasta que
el hálito helado de la muerte acabe
con el calor y el brillo de nuestras vidas.


Absolutamente nada es constante y todo es
perecedero, porque está 
en  continuo movimiento.
Todo termina, pues aquello que comienza,
debe encontrar un final en la trayectoria 
de su recorrido.


Cuando la luz es demasiado intensa,
su sombra puede parecernos absurda, 
pero ambas son consecuencia, la una
de la otra y se complementan 
en idénticas proporciones.

Escrito en Septiembre 2020 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.




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