en el vientre de nuestra madre,
como esperando el momento para saltar
y romper la pausa de todo lo creado,
para demostrar que estamos vivos
y vamos a seguir estándolo, hasta que
el hálito helado de la muerte acabe
con el calor y el brillo de nuestras vidas.
Absolutamente nada es constante y todo es
perecedero, porque está
en continuo movimiento.
Todo termina, pues aquello que comienza,
debe encontrar un final en la trayectoria
de su recorrido.
Cuando la luz es demasiado intensa,
su sombra puede parecernos absurda,
pero ambas son consecuencia, la una
de la otra y se complementan
en idénticas proporciones.
Escrito en Septiembre 2020 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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