que deja el tiempo en la carne!
o el azufre que le queda entre los dientes,
a los que muerden con odio,
tratando de salir de su infierno.
Mostradme ¡Oh deidades! el blanco puro
e inmaculado de un alma intacta
y libre de pecado.
Acaso sea una invención humana,
la venganza de un dios imperfecto y enojado,
pues de sus manos temblorosas, surgió
un monigote de arcilla, al cual insufló vida,
para hacer más creíble todos sus errores
cometidos.
Llevadme pues, lejos de esta ignominia,
de esta cruenta barbarie de un atípico
canibalismo, precipitado hacia el abismo
de todos los apetitos ilícitos e insaciables.
Ahogadme en vuestros mares de pena
y soledades profundas
o destrozad mi cuerpo sobre la cima
más elevada de una montaña
cuya cúspide acicular, penetre en mis carnes.
Entonces, os daré la llama
de un volcán inextinguible o acaso
la rabia que se engendra en el seno
de un corazón decepcionado, cuando todo
lentamente perece, menos el cordel
que sujeta todas las angustias mundanas.
Escrito en Septiembre 2020 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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