domingo, 20 de septiembre de 2020

La carne cruda se quema con sus miserias y decepciones.

¡Llevadme a contemplar las muescas
que deja el tiempo en la carne!
o el azufre  que le queda entre los dientes,
a los que muerden con odio, 
tratando de salir de su infierno.


Mostradme ¡Oh deidades! el blanco puro 
e inmaculado de un alma intacta 
y libre de pecado.
Acaso sea una invención humana,
la venganza de un dios imperfecto y enojado,
pues de sus manos temblorosas, surgió 
un monigote de arcilla, al cual insufló vida,
para hacer más creíble todos sus errores 
cometidos.


Llevadme pues, lejos de esta ignominia,
de esta cruenta barbarie de un atípico 
canibalismo, precipitado hacia el abismo 
de todos los apetitos ilícitos e insaciables.


Ahogadme en vuestros mares de pena 
y soledades profundas 
o destrozad mi cuerpo sobre la cima 
más elevada de una montaña 
cuya cúspide acicular, penetre en mis carnes.


Entonces, os daré la llama 
de un volcán inextinguible o acaso 
la rabia que se engendra en el seno
de un corazón decepcionado, cuando todo 
lentamente perece, menos el cordel 
que sujeta todas las angustias mundanas.

Escrito en Septiembre 2020 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.





No hay comentarios:

Publicar un comentario